Pero no adelantemos acontecimientos. Para poder juzgar al Papa Francisco habrá que dejar transcurrir un tiempo prudencial. Es cierto que los primeros gestos no son tranquilizadores, pero las críticas de la carcundia jesuítica sí que lo son. Puede ser un inútil zapatero bienintencionado, pero también puede ser quien entierre la teología de la liberación y la vuelta a la obediencia papal de los jesuitas (y del resto de órdenes detrás, como fue la ida). Transcurrida una semana, confío poco en él, pero mucho en los cardenales que lo eligieron. Veremos.
Es cierto que la imagen es un símbolo de los tiempos. De totum revolutum, del mundo al revés, de caos y crisis, de desorientación. De decadencia y colapso, en definitiva.
De momento, que le quiten lo besado. Para lo bailado, tiempo al tiempo.
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