
Me ha fascinado siempre que un kilo de oro cueste más que un litro de agua, siendo como es el agua mucho más útil que el oro. La explicación es que lo que se paga es la utilidad marginal, no la utilidad. Así, no compramos “todo el oro” o “toda el agua”, sino “un kilo más de oro” o “un litro más de agua”. Si no tuviésemos nada de agua, la pagaríamos más cara que el oro.
Como dije en el post de ayer, compré algo de oro (certificados de oro digital; señores ladrones, ahórrense el asalto a mi casa, sólo hay libros y pañales). Y a raíz de ello, he vuelto a darle vueltas a lo de las utilidades marginales. ¿Y si la crisis las cambiase significativamente?
En un magnífico blog que sigo, abogan por adquirir y almacenar alimentos no perecederos. Para mí esto no es nuevo. En 1998 decidí que si en el futuro había hambrunas, tenía sentido comprar barato, ya sea para sobrevivir o incluso para vender caro. Cada vez que iba al supermercado, compraba un kilo de más de comida no perecedera, creando con el tiempo un pequeño búnker o caja de resistencia. El matrimonio me cambió este plan, como tantas otras cosas, y las lentejas y el arroz salieron por la ventana, o caducaron.
Pues volvemos a las andadas. Lista de la compra para mañana:
- Arroz (3 kilos)
- Lentejas (2 kilos)
- Aceite (2 litros)
- Vegetales en conservas (1 kilo)
A lo mejor eso tiene más valor que la troy ounze en unos meses …