sábado, 26 de mayo de 2012

En el lado equivocado, del lado equivocado

Estoy leyendo el libro de Rifkin, "La era del acceso". Está escrito en 2001, lástima no haberlo leído cuando salió. La acertada tesis de Rifkin es que el capitalismo se está tranformando de relaciones de compraventa a relaciones de servicios. Los clientes ya no compran el bien, lo alquilan, acceden a él. Quieren ser usuarios, no propietarios. Esta es la respuesta a la necesidad de mayor velocidad en las transacciones, la propiedad resulta ser una institución demasiado lenta.

En ese nuevo paradigma, el negocio lo posee quien tiene el cliente, no quien tiene el producto. La producción tiene servidumbre total hacia el marketing, que es quien sabe lo que quiere el cliente. Por otra parte, dentro de la producción, la rapidez da el poder a la gestión, o lo que es lo mismo, al project management. Vamos, que querer ser "el jefe" tradicional, que era el jefe de producción de algo, es de bobos...

Las relaciones con el cliente, y responder a su altísima preferencia temporal, es lo que da el sentido económico. Ni que decir tiene que se gestiona la respuesta al cliente, respuesta que harán o producirán otros con su sudor. La demanda tira de la oferta. Y esa demanda la definirá el cliente de forma cambiante y dinámica, por lo que todos los productos, todos y siempre, serán personalizados para el cliente en cada compra, mejor, en cada acceso. Cobra aquí todo el sentido la frase de Marc Vidal que publiqué en diciembre  2010. Así es. El valor competitivo ya no es la cantidad de nada. El valor no se mide en toneladas ni en número de unidades, sino que es cada vez más intangible.

Y atención, al ser un activo intangible cada vez es más difícil que quede plasmado en la columna de activos de un balance. El inmovilizado fijo en la nueva economía es cero. ¿Qué activos fijos tiene Facebook? (seguro que ni los servidores son suyos). Para valorar una empresa, ¿tendremos que fijarnos únicamente en la cuenta de resultados? Y si todo es tan cambiante, con altísima preferencia temporal por el consumidor ("lo quiero ya, ... pero ¡ya!"), ¿no crea esto una incertidumbre tremenda sobre el futuro, elevando el coste del capital y reduciendo el valor de los cada vez más inciertos flujos de caja? ¿Cómo casa esta altísima incertidumbre con la política monetaria de tipos de interés cero?

Muchas preguntas, y pocas respuestas. Poco a poco.



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