viernes, 16 de enero de 2015

Baltasar Gracián y Pilar Jurado

Pensaba hoy que no tiene mucho sentido que en un desértico y semiabandonado blog como este caigan noticias y novedades. Puesto que no hay ninguna continuidad temporal, lo que se escriba aquí debería poder haberse escrito 10 años más adelante, o atrás. Por eso ruidos como el tipo de cambio del franco suizo, el QE u otras variedades no tienen mucha cabida. O al menos si la tienen, se les debe dar de otra forma.

Años tras modelos físicos y cálculos mecánicos varios me han enseñado que en la naturaleza there is no free lunch ("lo siento, la Naturaleza es de derechas", decía Martín Ferrán). Y años de gestión en una corporación multinacional me descubrieron a Gracián. "Ardua tarea es mandar hombres". Ni Sun Tzu, ni yogas, ni gilipolleces. Gracián, el jesuita.


Gracián es el lado amargo de la vida. Más que lado amargo, lado humano, demasiado humano. De los 1000 libros que tengo, 990 los bajé al trastero. Y los 10 restantes están en un repalmar, sobre el papelito del HKS 二, en el sobredimensionado salón de nuestra casa. Y si de los 10 tuviera que deshacerme de todos salvo de uno, me quedaría con el Oráculo (lo siento, Taleb y los otros).

Hoy, gracias a los comentarios de un contratendencial (y a la vez sincero preclaro) economista, he descubierto a Pilar Jurado (1812 seguidores en twitter).  Por alguna extraña razón la he visto como complemento del jesuita aragonés. Suplemento, más bien. En un momento como ese, uno lamenta haber dedicado su vida a números y ciencias, naturales y sociales. Y todo por que se te daban bien las dichosas matenáticas, que Gödel demostró que son mentira...¡Ah! ¡Quién pudiera tocar el piano, o el contrabajo, para acompañar y de alguna manera tocar la voz de Pilar Jurado!


Cada hombre debería dejar a sus hijos como testamento una cuartilla con las cosas que merecen la pena en la vida. Un cuartilla en el notario, no más. El sí quiero de la boda, un jaque mate en una final con la bandera cayendo, una cerveza en el Milford, una luna llena en un glaciar, la iglesia de Chichicastenango, un instante de tauromaquia, el milisegundo en que la trucha duda si morder o no la mosca, ... Sí, y Pilar Jurado.

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