viernes, 19 de septiembre de 2008

Los (dos) últimos de Filipinas

Fin de semana, dejamos la economía para una comentario más ligero de historia. Resumen: El texto comenta la defensa final de Filipinas en 1898, en la guerra entre España y Estados Unidos. Filipinas era territorio español desde hacía más de 300 años. Aunque hoy nos sorprenda, los soldados españoles que allí luchaban lo hacían en defensa del suelo de su patria. Dos focos resistieron frente a los estadounidenses, incluso tras la capitulación de la metrópoli. De forma independiente, dos militares españoles de la época, los Tenientes Martín Cerezo y Mariano Mediano resistieron hasta sus últimas fuerzas.
Fernando de Magallanes fue el primero que intentó la circunnavegación del globo, bajo la soberanía y patrocinio del rey Carlos I de España. El descubrimiento del estrecho que lleva su nombre le permitió internarse y cruzar el Océano Pacífico. Llegó a la isla de Guam, y el 16 de marzo de 1521 a las islas que llamó de San Lázaro, y que posteriormente se llamarían Filipinas en honor al rey Felipe II. En la jornada del 14 de abril bautizaron a un millar de indígenas, empezando por su jefe, Humabón. Magallanes apoyó al ya cristiano Humabón en sus luchas contra otras tribus indígenas, muriendo el propio Magallanes en lucha.La expedición fue continuada por el marino Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria. En 1522 Elcano llegó a San Lúcar al mando de una de las cinco naves que partieron, y con únicamente 17 de los 250 hombres que comenzaron la aventura.

En los años 60 del siglo XVI los guipuzcoanos Legazpi y Urdaneta extendieron la soberanía española y religión cristiana, fundando Manila en 1571. A lo largo de los siglos siguientes se completó la colonización y evangelización de las islas, con luces y sombras, como cualquier tarea humana. Las Islas Filipinas se habían convirtieron en parte del Imperio español. Su vía ordinaria de comunicación sería el navío que anualmente iba a Acapulco, en la cota pacífica mejicana, por lo que fueron administradas a través del Virreinato de Nueva España. La situación continuó tras el Antiguo Régimen.

En 1812, las Islas Filipinas estaban representadas por 2 de los 303 delegados que redactaron y aprobaron la primera Constitución de España. Y continuaron siendo España tras la independencia de la América hispana en la década de 1820.Sin embargo, en 1898 se produjo un incidente en Cuba. Un barco estadounidense, el Maine, explotó y se hundió cuando estaba en el puerto de La Habana. El gobierno de EEUU culpó a España de la explosión, declarándose la guerra entre los dos países. En Filipinas, ello complicaba todavía más la situación, dado la revuelta tagala, que buscaba la independencia de España mediante las armas.

La historiografía nos ha transmitido que fue una locura el enfrentamiento militar a Estados Unidos, y que la temeridad y vano orgullo de los gobiernos de la época fueron la causa del previsible “Desastre”. Como muestra, en la memoria ha quedado aquel “Mas vale honra sin barcos, que barcos sin honra”. Sin embargo, aunque nos pueda sorprender, el resultado no estaba tan predestinado. Los estadounidenses nunca habían participado en ninguna guerra importante, tras su independencia. En España pocos dudaban de que se vencería fácilmente a “los vendedores de tocino”. En las embajadas europeas se tenía la impresión que, al menos, las fuerzas podían estar equilibradas.

De hecho, militarmente el Desastre tampoco fue tan completo. Recientemente se han conocido algo más las victorias navales españolas de Cárdenas, Manzanillo y Cienfuegos, que muestran que fue una guerra más de la época, si bien los medios materiales estadounidenses resultaron ser muy superiores a lo esperado. Sin embargo, las rendiciones en Cavite y Santiago, el tratado de París, y, en definitiva, las perdida de las islas Filipinas, Cuba, Puerto Rico y demás restos del Imperio, crearon un conciencia crítica en España, cristalizando en el regeneracionismo y la generación del 98. ¿Fue el Desastre tan completo?

El Desastre, ¿fue el hundimiento de los barcos, o bien fueron las enormes críticas que se verterían sobre la nación los 50 años siguientes, especialmente sobre los militares por ese motivo? En el caso concreto de Filipinas, al enfrentamiento con Estados Unidos se añadió la insurrección tagala, capitaneado por el rebelde Aguinaldo, y su partido, el famoso Katipunan. Los rebeldes eran nativos de las islas de educación española, a menudo formados en la península. El torpe ajusticiamiento del poeta filipino José Rizal por las autoridades contribuyó a radicalizar a los independentistas. Así, con este doble frente, tras el bombardeo de Cavite por los norteamericanos, los españoles tuvieron que verse con la insurrección tagala. ¿Qué pensaban y sentían los españoles de la época? ¿Qué pasaba por su cabeza en aquellos momentos guerra y derrota?

Podemos analizar las declaraciones de Sagasta y su gobierno, los periódicos de la época, o la opinión que se tenía en la Península. Sin embargo, es más interesante penetrar en el pensamiento de los españoles que defendían Filipinas en ese momento. Comentaremos los casos de dos oficiales en Filipinas.

El primero, y más conocido es el Teniente Martín Cerezo, extremeño que dirigía a los llamados Últimos de Filipinas, o Héroes de Baler. El Teniente quedó al mando de 50 hombres en la ciudad de Baler, en la Isla de Luzón. El grupo había quedado sitiado por los tagalos el 27 de junio de 1898, viéndose obligados a atrincherarse en una Iglesia. Los sitiadores les conminaban a la rendición, por medios militares y psicológicos a la vez (fuego de fusil, artillería desde un barco, hambre, envenenamiento de agua, ...). Como consecuencia de la marcha de la guerra, España capituló en la paz de París el 12 de diciembre de 1898 y vendió las Islas Filipinas a Estados Unidos. Pero los Héroes de Baler no se rindieron, por que estando sitiados no les había llegado la noticia de la rendición.

A partir de ese momento, los sitiadores le exhortaban al abandono de las armas, puesto que no tenía sentido seguir resistiendo si la guerra había terminado. Cerezo no les creyó. Los sitiadores le hicieron llegar una orden del general español por medio de un intermediario español, ordenándole que se rindiese. Pero Cerezo pensó que era una artimaña, por lo que siguió resistiendo. Ante la negativa, le hicieron llegar también un ejemplar del periódico “El Imparcial”, que anunciaba en su portada cómo España se había rendido y la guerra había concluido. Cerezo pensó que era una falsificación y siguió resistiendo. Tanto él como sus hombres estaban convencidos de que España habría vencido a Estados Unidos y que las tropas españolas vendrían a rescatarles.
Confiados en la victoria, los Últimos de Filipinas resistieron hasta finales de junio de 1899 (más de 6 meses desde el tratado de París). Puesto que no les quedaba ninguna provisión, famélicos y exhaustos, Cerezo pensó en realizar una salida de la Iglesia e internarse en la selva, tratando de romper el sitio, y para ello se prepararon. Pero justo antes de salir, Cerezo hojeó por última vez “El Imparcial” que le habían hecho llegar, y vio en un rincón de una página una noticia referente a un amigo suyo d España. Los sitiadores no podían saberlo para haberlo falsificado, por lo que supuso que el periódico era verdadero. Comprendió que no tenía sentido seguir luchando y se rindió, proponiendo unas condiciones honrosas para los 33 supervivientes, que los tagalos aceptaron. ¿Qué pasaría por la cabeza del bueno de Martín Cerezo en ese instante?

Posiblemente lo mismo que dijo a su vuelta a Madrid, cuando los mandos le preguntaron por qué no había cumplido las órdenes de rendirse: "Siempre creí que eran falsas, y nunca pensé que el ejército español se rindiera".

Otro español que resistió en Filipinas, más incluso que Cerezo, fue el Teniente aragonés Mariano Mediano. Miembro de la Guardia Real, decidió por patriotismo alistarse para ir a Filipinas, y demostrar que lo que la nación necesitaba eran valientes y no cobardes que únicamente se dedicasen a criticar a los militares desde la Península.Mediano luchó contra los rebeldes, atrincherado en la localidad de Tabayas, al sudeste de Cavite. Finalmente tuvo que huir, y refugiarse, viviendo una serie de increíbles aventurares con sus compañeros. Estuvo cautivo en las Islas Filipinas hasta que fue liberado y trasladado a España a finales de 1899. A su regreso a España, observó con desazón cómo se culpaba a los militares de la pérdida, cargándoles la responsabilidad completa de la pérdida de las Filipinas. Su desesperación llegaría al máximo, cuando se desplazó a Madrid para pedir la retribución de los atrasos. Cuando el oficial le comunicó la cantidad adeudada durante los años de servicio en Filipinas, comprobó que la paga era cuarenta veces menor que la que le hubiese correspondido si se hubiese quedado en Madrid como Guardia Real. ¿Qué pasó por la cabeza del bueno de Mariano Mediano en ese momento?

Se sintió humillado, como nunca lo había estado en Filipinas, según manifestó.. Cansado de luchar, se fue del ministerio cabizbajo, comentando “No vale la pena, no vale la pena, ...”. Mariano Mediano, al igual que Martín Cerezo, se sintió vencido por las absurdas burocracias peninsulares, no por los estadounidenses ni por los rebeldes tagalos. Si lo hubo, ése fue el verdadero Desastre, no la perdida de ningún territorio.

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