martes, 19 de marzo de 2013

El ósculo del Papa

La primera imagen del nuevo Papa en el balcón de San Pedro me pareció un poco fría, como de quien no sabe a dónde va y está desorientado. "Imposible en un argentino", pensé. Pensaba poner esa misma imagen en el blog, pero me he retrasado un par de días, y la imagen de la balocnada se ha visto superada "por la realidad de los acontecimientos", que dice una empresa de la SEPI. Mucho mejor poner el beso a María Cristina Fernández de Kirchner. Esto sí que es un símbolo...


Pero no adelantemos acontecimientos. Para poder juzgar al Papa Francisco habrá que dejar transcurrir un tiempo prudencial. Es cierto que los primeros gestos no son tranquilizadores, pero las críticas de la carcundia jesuítica sí que lo son. Puede ser un inútil zapatero bienintencionado, pero también puede ser quien entierre la teología de la liberación y la vuelta a la obediencia papal de los jesuitas (y del resto de órdenes detrás, como fue la ida). Transcurrida una semana, confío poco en él, pero mucho en los cardenales que lo eligieron. Veremos.

Es cierto que la imagen es un símbolo de los tiempos. De totum revolutum, del mundo al revés, de caos y crisis, de desorientación. De decadencia y colapso, en definitiva.

De momento, que le quiten lo besado. Para lo bailado, tiempo al tiempo.

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