jueves, 19 de marzo de 2009

De Ikea a la triple hora bruja

Parece que el retroceso alcista se está agotando. Cuando esto suceda, bajaremos a las catacumbas. Y mañana triple hora buja. En resumen, que lo que hay que hacer esperar con el cash listo, identificar algunas acciones y los correspondientes warrants de cobertura. Esperaremos, por lo menos dos o tres semanas.

El señor Smith W. Brookhart, senador por Iowa en 1929, estaba convencido de que la Bolsa era un invento del Diablo. Yo no lo opino de la Bolsa, pero sí de Ikea. Hoy, día del padre, he disfrutado de una mañana de tortura en la franquicia sueca, que abre incluso el festivo.
En Ikea el público compra las cosas más absurdas. En las filas de las cajas, los visitantes esperan ordenados y obedientes su turno para intercambiar el fruto de su trabajo por objetos de lo más variopintos. Hoy he podido ver en la cola a un señor con una lámpara en la mano, otro con una sartén sueca, una señorita que lleva un bonsai, una pareja con dos escobillas para el baño,… Se ve todo tipo de manteles unipersonales, felpudos, juegos de tazas, platos cuadrados, vasos inestables, cuchillos y tenazas de cocina, ensaladeras multicolores, cajas para meter cosas, cajas para meter esas cajas. ¿Qué habrán venido a comprar esos clientes? Posiblemente un sofá, o una cama, y acaban llevándose a su casa todo tipo de aditamentos, de utilidad como mínimo limitada.

Sí, también se pueden ver esos carros, con consumidores como animales de tiro, repletos de misteriosos muebles desmontados y embalados, cuyo gran valor añadido es que los tienes que transportar y montar tú. Por no hablar de lo penoso que es el meterlos en el coche, y subirlos luego a casa, para que descansen en la terraza durante semanas o meses, hasta que la presión familiar te obliga dedicar un segundo festivo al mueble de turno. Puesto que pocos son profesionales del montaje, es frecuente que el mueble no quede bien, que se rompa o dañe alguna pieza, lo que trae nuevos problemas y discusiones con aquel que lo eligió, con unas expectativas que no tenían demasiado en cuanta el largo camino que sigue el mueble desde el almacén de Ikea hasta el lugar definitivo en el hogar.

En Ikea se enseña al visitante cómo debe comprar, el itinerario que debe seguir, cómo debe ordenar su casa, cómo debe “redecorar su vida”, y se convence para que haga todo él solo, pagando por ello. Un buen ejemplo de dictadura del consumo. Exactamente como en “Bienvenidos a Metro Center”, de Ballard.

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